Cómo afectan los cambios demográficos al crecimiento económico

Publicado el: 26/10/23 10:10 AM

En 2086, la población mundial podría alcanzar un máximo de unos 10.400 millones de habitantes y después empezaría a disminuir. A pesar de los avances científicos, todavía se necesitan 40 semanas para traer un niño al mundo y un par de décadas para que sea útil socialmente. Para que la población actual se mantenga, la media de nuevos nacimientos debería ser de 2,1 por mujer. Este indicador permite estimar cuántas personas habitarán el planeta dentro de 20 años.

Nuevos mapas demográficos

De 1960 a 2021, la tasa de fertilidad de Corea del Sur cayó un -86%, pasando de casi seis nacimientos por mujer a 0,81. Según las Naciones Unidas, la población de este país, ejemplo perfecto de declive demográfico, podría disminuir en unos 20 millones de habitantes en los próximos 50 años. En China, el número de nacimientos ya ha descendido a 1,16 por mujer, y en las próximas décadas la población podría disminuir hasta en 654 millones, perdiendo la primacía de la nación más poblada del mundo en favor de la India, que a principios del próximo siglo podría tener 1.700 millones de habitantes, unos 600 millones más que en China (véase el gráfico 1). Sin embargo, aquí el condicional es una obligación, pues la tasa de fecundidad de la India es ya de 2,0 en las zonas rurales y de 1,6 en las urbanas, muy por debajo del coeficiente demográfico de reemplazo natural.

África es una excepción al descenso de la población, pero las tasas de fertilidad tienden a disminuir a medida que aumenta la renta per cápita. Además, es probable que el crecimiento demográfico en esta región tarde más tiempo en compensar el descenso de la población en otras zonas. Según el Banco Mundial, la tasa global de fecundidad mundial era de 2,27 en 2021, pero es posible que en las próximas dos décadas ya se sitúe por debajo del umbral del 2,1.

Zonas grises de los indicadores demográficos

Sin embargo, existen «zonas grises» en las cifras demográficas: los incentivos gubernamentales, los cambios culturales o los avances tecnológicos podrían, de hecho, provocar un aumento de las tasas de fecundidad. En cuantoa la inmigración, dado que el mundo sigue en fase de declive demográfico en términos netos, el papel de las dinámicas migratorias es relativo, ya que éstas sólo pueden empujar a determinadas regiones a ganar habitantes en detrimento de otras. En cuanto al medio ambiente, considerar el declive demográfico como un beneficio es engañoso, como demuestra el hecho de que las economías mundiales ya se han vuelto menos ávidas de recursos naturales en las últimas décadas, a pesar de los nuevos picos de población (gráfico 2).

Por otra parte, la disminución de la población implica un crecimiento económico más lento si las tasas de aumento de la productividad (es decir, la relación entre el número de trabajadores y la producción a lo largo del tiempo) se mantienen en línea con los datos históricos. En EE.UU., por ejemplo, la productividad laboral se situó en una media del 2% en los 50 años pre-Covid. Con una tasa de crecimiento de la población activa del 1%, el PIB aumentó globalmente en torno al 3% anual. Si la población disminuye, el PIB global tendrá dificultades para aumentar incluso con un crecimiento medio de la productividad.

La única forma de frenar el problema es aumentar la productividad para compensar el descenso de la población, que de otro modo correría el riesgo de convertirse en una pesada carga fiscal, sobre todo si, a medida que la población envejece, también crecen paralelamente los costes de las pensiones y la sanidad pública.

Sin embargo, hay esperanza: desde la década de 1950, sólo alrededor del 15% del crecimiento económico estadounidense puede atribuirse al crecimiento de la población, mientras que los factores más importantes en este sentido han sido las mejoras en el nivel educativo, la inversión en investigación y desarrollo y el aumento de la proporción de población activa.

¿Fin de la Gran Moderación?

La contracción de la población activa puede provocar un aumento de la inflación y, en consecuencia, de los tipos de interés. Se trata de un escenario muy diferente al de la época de la Gran Moderación, un periodo que comenzó en la segunda mitad de la década de 1980 y duró hasta 2008, durante el cual los países desarrollados se beneficiaron de unos tipos de interés bajos y a la baja y de una inflación reducida.

Los economistas Charles Goodhart y Miraj Pradhan señalaron que, en los últimos años, «más de 240 millones de chinos en edad de trabajar (15-64 años) se han incorporado al sistema mundial a raíz de la integración de su país en el complejo manufacturero y comercial internacional. Cuatro veces más que los casi 60 millones de trabajadores de Estados Unidos y Europa juntos. El hundimiento de la URSS también incorporó a toda Europa del Este al comercio mundial, con un aumento adicional de unos 210 millones de personas. Estos fenómenos generaron el mayor y más masivo choque positivo de oferta de mano de obra jamás conocido«. La globalización ha florecido: de 1990 a 2017, el comercio internacional creció un 5,6% anual. Los consumidores de todo el mundo han disfrutado de productos más baratos y las empresas han acumulado beneficios récord gracias a la reducción de los costes laborales.

Profecías (no predicciones)

Sin una explosión demográfica a la vista, ¿qué ocurre cuando un choque positivo de la oferta de mano de obra se vuelve negativo? ¿Podrían la inflación y los tipos de interés sufrir presiones al alza?

La ralentización del crecimiento demográfico y el envejecimiento de la sociedad podrían desplazar las rutas migratorias hacia climas más cálidos, lo que provocaría un colapso del mercado inmobiliario en las zonas despobladas.  En segundo lugar, el número de universidades podría disminuir, dejando espacio para instituciones más prestigiosas y provocando que menos estudiantes accedan a entornos académicos inferiores. En las universidades de Corea del Sur, por ejemplo, las matrículas llevan 18 años consecutivos disminuyendo.

La combinación del envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad también podría dar lugar a un fenómeno social único y fascinante: en los lugares donde viven más familias monoparentales, con los dos abuelos vivos y dos adultos criando y cuidando al niño, los jóvenes podrían disfrutar de una atención sin precedentes por parte de la sociedad.

En conclusión, es bueno reiterar que no hay escenarios inmutables y que el panorama demográfico ofrece nuevas posibilidades, incluso a pesar de cifras y proyecciones que sólo pueden parecer causar problemas.

Este escrito fue realizado en su totalidad por Jeffrey Cleveland, Economista Jefe de Payden & Rygel


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