Tras el impulso monetario del banco central chino, el Politburó del Partido Comunista Chino llegó con la promesa de un segundo impulso, esta vez de carácter fiscal, para poner una gran cantidad de yuanes en manos de los chinos más pobres para destinarlos a el aumento del consumo.
Debería ser una especie de dinero helicóptero robusto, que la dirección del partido promete, sin entrar en detalles por ahora, capaz de mantener los objetivos de crecimiento deseados para 2024 y 2025.
Aún faltan decisiones concretas, pero esta vez la prisa mostrada en el anuncio y el tono comunicativo parecían capaces de mantener algo más que los estímulos anteriores, fragmentados y parciales, que no produjeron nada.
El efecto sorpresa obligó a la gestión global de activos a reconsiderar rápidamente sus opciones en los últimos años.
Desde hacía algún tiempo, el sector infraponderaba a China en las carteras globales, resignado a revisar al estilo chino la decepción japonesa de los años 1990 a 2020, es decir, treinta años de olvido financiero y económico.
En cambio, la doble garra del comunismo capitalista chino podría volver a encarrilar al paquidermo industrial. Sin embargo, vale la pena volver a hacer que el componente chino pese más en las carteras globales.
Así comenzó a principios de semana la subida de las listas de precios del Dragón, que continuó sin cesar, aportando quizás liquidez con la venta de algún otro activo occidental.
Desde que esta mañana la última sesión de la semana terminó con una subida del +4,4% en el índice CSI300, que incluye a las 300 empresas más importantes que cotizan en Shanghai y Shenzhen, ya podemos medir una subida semanal del +15,6%. Con apenas una semana de recuperación, el índice volvió a los valores del 20 de mayo y anuló 15 semanas de caída.
Una poderosa afluencia de órdenes de compra de todo el mundo dio a las bolsas chinas una semana nunca antes vista, ni siquiera en los buenos tiempos de 2014-2015, cuando el índice subió un 124% en 33 semanas.
Curiosamente, ayer el aire fresco procedente de Asia afectó sólo a las bolsas europeas occidentales, galvanizadas por la impetuosa reactivación del sector del lujo.
El Eurostoxx50 (sobreponderado en valores de lujo franceses) se disparó al alza, manteniéndose muy convencido hasta el final de la sesión, con un +2,35% final, no sorprendentemente el mismo comportamiento que el índice francés Cac40, lleno de valores de lujo.
Pero casi todas las acciones de la eurozona causaron sensación, y el Dax alemán (+1,68%) rompió con creces su máximo histórico anterior. Misma evolución diaria también para el índice italiano Ftsemib, también ayudado por los bancos, en fuerte recuperación detrás del abanderado Unicredit.
Wall Street, en cambio, mostró una escasez de combustible. Después de un comienzo desenfrenado, en una brecha que mejoró aún más el máximo histórico del SP500, se observaron realizaciones bastante significativas que redujeron la subida del SP500 al final de la sesión (+0,4%). El Nasdaq100 subió un poco (+0,71%), pero también lejos del máximo inicial.
Hay una sensación de fatiga en Estados Unidos debido a la carrera realizada hasta ahora. Los mismos siete magníficos de la tecnología no muestran la audacia del pasado.
Todavía no hay signos de corrección, pero la impresión es que el desempeño superior de Estados Unidos, que ha sido el motor del mundo desde la pandemia, ahora podría verse un poco cuestionado, al menos durante algunas semanas.
Pierluigi Gerbino – Estratega del Instituto Español de la Bolsa