Tras las señales generalizadas de debilidad en el ciclo económico estadounidense, Wall Street hizo sonar la alarma la semana pasada, probando el promedio móvil de largo plazo de 200 sesiones tanto con el índice SP500 como con el índice tecnológico Nasdaq100. De hecho, este último incluso se abrió paso el viernes pasado sin poder recuperarlo.
La legítima alarma de analistas y comentaristas se transmitió el domingo a Trump, quien durante su primer mandato siempre estuvo muy atento a lo que ocurría en los mercados financieros.
Esta vez, sin embargo, pareció ignorar la debilidad de Wall Street, admitiendo que el objetivo de MAGA de devolver la riqueza a Estados Unidos probablemente requerirá algunas turbulencias pasajeras durante el período de transición. Pero el objetivo es tan grande que hay que soportar un poco de sufrimiento.
¿Cómo habrían respondido los mercados a estas consideraciones cuando reabrieron el lunes?
¿Como un estímulo para perseverar y duplicar la riqueza venidera?
¿O como una señal de que los aranceles, que son gran preocupación de los analistas, se aplicarán agresivamente para exprimir al resto del mundo y obtener los ingresos necesarios para tapar el colosal agujero presupuestario acumulado a lo largo de los años?
Viendo lo ocurrido ayer, parece que prevaleció la segunda interpretación, alarmando aún más a los mercados. También porque no hay ningún economista, entre los que aún no han vendido su cerebro a Trump, que esté dispuesto a aceptar como sensata la política de aranceles para combatir la guerra comercial contra el resto del mundo. La mayoría pronostica que traerá un período de estanflación, es decir, habitado por ese monstruo con cuerpo de recesión y cabeza de inflación.
Por lo tanto, el hecho de que Trump estuviera dispuesto a aceptar un poco de recesión para seguir imponiendo aranceles no fue una buena noticia. La recesión parece ahora inevitable para el 91% de los analistas entrevistados por Reuters, mientras que la certeza de que Estados Unidos volverá a ser grande sigue siendo por ahora un deseo piadoso de Trump y su ejército de extravagantes revolucionarios en el gobierno.
Muchos congresistas y senadores republicanos empiezan a rascarse la cabeza y a preguntarse a dónde conducirá esto, mientras crecen las protestas entre los votantes que se arrepienten de haber votado a Trump y que ya han recibido una carta de despido del DOGE de Musk.
Así, ayer en Wall Street, en lugar de intentar reiniciar la subida tras probar la media móvil de 200 sesiones, se produjo una jornada de caída para el SP500 (-2,7%, peor sesión de 2025) y sobre todo para los (antiguos) Magnificent 7 (-5,27%, lastrados por el -15% de Tesla de Elon Musk), que también arrastraron al abismo al índice Nasdaq100 (-3,8%, la peor sesión vivida tras el lejano 7 de octubre de 2022).
El Nasdaq100 dio una señal muy preocupante, dado que, después de romper la media de 200 sesiones que nos entregaron el viernes, ayer también rompió profundamente la línea de tendencia alcista que ha contenido todas las correcciones desde principios de 2023 en adelante.
No es tanto la magnitud de la caída lo que preocupa, aunque haber perdido ya un -12,56% desde el máximo del 19 de febrero no es algo que se vea muy a menudo en ese índice. Lo preocupante es la velocidad y persistencia del descenso, impulsado por una línea de tendencia bajista de pronunciada pendiente, que no se adapta a simples correcciones momentáneas.
El índice tecnológico alcanzó ayer la sobreventa, una condición de pesimismo excesivo vista por última vez a finales de septiembre de 2022. Hay que decir que las condiciones de sobreventa anteriormente siempre han durado muy poco, especialmente durante los ciclos alcistas, ya que se consideran una oportunidad para comprar a precios de liquidación.
Por lo tanto, si esta vez también el rebote es inmediato y no tiene repercusiones, entonces podemos mantener cierta esperanza de que el mercado alcista aún no ha terminado. Pero si la reacción de los optimistas no es inmediata, o es débil, tendremos una pista más de que el largo ciclo alcista ha terminado y nos espera un período bastante largo de vacas flacas.
Ayer, Europa estuvo condicionada por la mala imagen de Wall Street, pero también por las dificultades surgidas en Alemania para aprobar la reforma constitucional necesaria para permitir la posibilidad de ejecutar un déficit en el presupuesto estatal. La reforma es la base del plan de grandes infraestructuras que el futuro primer ministro Merz quiere lanzar y que la semana pasada entusiasmó a los inversores europeos. La Constitución debe ser cambiada por el actual Parlamento, porque en el próximo la AFD será capaz de bloquear cualquier cambio constitucional. Se contaba con el apoyo de los Verdes, pero ayer dijeron que no, poniendo así en duda también el plan Merz.
Los índices europeos también tuvieron una sesión negativa. Pero no en la medida de lo que vimos en Wall Street.
Pierluigi Gerbino – Estratega del Instituto Español de la Bolsa