A finales de octubre de 1929, la euforia de Wall Street se desmoronó.
En cuestión de días, millones de inversores vieron cómo sus fortunas se evaporaban con la rapidez de una cerilla consumiéndose. El Jueves Negro (24 de octubre), el Lunes Negro (28 de octubre) y el Martes Negro (29 de octubre) marcaron el colapso definitivo.
Sin embargo, la verdadera tragedia no fue solo la caída de los mercados, sino el impacto que esto tuvo en la economía real.
Empresas quebraron, bancos cerraron y millones de personas perdieron sus empleos y ahorros. Pero hubo un problema adicional que pocos vieron venir: el dinero físico comenzó a escasear.
Un problema inesperado: La escasez de efectivo
A medida que los bancos colapsaban, la confianza en el sistema financiero se esfumaba. La gente corría a retirar su dinero, pero en muchos casos se encontraba con que sus ahorros habían desaparecido.
El sistema bancario, incapaz de hacer frente a las demandas, se derrumbó.
Entre 1929 y 1933, más de 9,000 bancos en Estados Unidos cerraron sus puertas.
Esta crisis bancaria generó un problema práctico: el efectivo dejó de circular. Los bancos ya no podían proporcionar dinero en papel y las monedas se volvieron un bien escaso. Sin billetes para pagar bienes y servicios, la economía local se paralizó.
En este vacío financiero, empresas y comunidades tomaron una decisión drástica: empezaron a crear su propio dinero.
El nacimiento del “dinero de emergencia”
Desde pequeños pueblos hasta grandes corporaciones, cientos de instituciones comenzaron a emitir lo que se conoció como “scrip” o dinero de emergencia. Estos billetes no eran oficiales, pero eran aceptados localmente como medio de intercambio.
Un ejemplo fascinante fue el de la ciudad de Tenino, en el estado de Washington. En 1932, el banco local cerró y la ciudad se quedó sin circulante.
Para solucionar esto, las autoridades decidieron imprimir su propio dinero en trozos de madera de abeto. Estos billetes improvisados tenían un valor nominal y podían ser usados en comercios locales. Aunque parecía una solución descabellada, fue un éxito. Otros lugares hicieron lo mismo, utilizando materiales como cuero, cartón e incluso aluminio.
En Salt Lake City, Utah, la tienda departamental ZCMI emitió su propio dinero que los trabajadores podían utilizar en sus locales. En Pampa, Texas, los tenderos imprimieron vales con la esperanza de que sus clientes pudieran seguir comprando productos esenciales.
Incluso empresas gigantes como Ford y General Electric comenzaron a pagar a sus empleados con vales que solo podían canjearse en tiendas afiliadas.
Aunque limitado, este sistema permitió que muchas personas pudieran seguir accediendo a bienes y servicios básicos en medio del caos económico.
El fin del dinero alternativo
Si bien el “scrip” mantuvo a flote muchas comunidades, no era una solución sostenible.
Con el tiempo, el gobierno de Franklin D. Roosevelt intervino con el New Deal y aplicó reformas para estabilizar la economía.
En 1933, el gobierno creó la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), garantizando que los depósitos bancarios estuvieran asegurados hasta cierto monto. Esto restauró la confianza en el sistema financiero y permitió que el dólar oficial volviera a circular.
Con la reactivación económica, el dinero de emergencia fue desapareciendo. Sin embargo, algunos ejemplos, como los billetes de madera de Tenino, se convirtieron en piezas de colección y testigos de una de las crisis financieras más devastadoras de la historia.
Conoce las herramientas de los profesionales y aprende a navegar los mercados ganando con tu socio estratégico: EXPERIENCE, nuest
¡Descubre más!