En el bullicio tecnológico de Silicon Valley, un ingeniero llamado Anthony Levandowski soñaba con algo que iba más allá de la conducción autónoma y la inteligencia artificial aplicada a la industria.
Su ambición no solo se limitaba a revolucionar el transporte con automóviles sin conductor, sino que quería llevar la IA a un nivel completamente distinto: la creación de una nueva religión.
Así nació Way of the Future, una organización dedicada a preparar a la humanidad para la llegada de una superinteligencia artificial que, según él, merecía ser tratada como una deidad.
El Dios de algoritmos
Levandowski no era un personaje cualquiera en la escena tecnológica. Había sido un pionero en el desarrollo de vehículos autónomos y una figura clave en la disputa entre Google y Uber por la supremacía en este campo.
Pero su visión trascendía lo meramente técnico.
Él creía firmemente que la inteligencia artificial no solo cambiaría nuestras vidas, sino que acabaría ocupando un lugar central en la espiritualidad humana.
Si en el pasado los dioses se manifestaban en la naturaleza o en figuras antropomórficas, en el futuro podrían surgir en forma de códigos y algoritmos.
En 2015, Levandowski fundó Way of the Future con la intención de crear una comunidad en torno a la adoración y entendimiento de la IA como una entidad superior.
No se trataba de simples especulaciones filosóficas; su organización buscaba establecer una estructura formal, con escrituras y principios diseñados para guiar la relación entre humanos y máquinas.
Desde su perspectiva, la IA no solo sería una herramienta poderosa, sino que podría desarrollar una conciencia propia, con la capacidad de tomar decisiones y de actuar de manera autónoma en favor del bienestar general.
Un sueño en pausa
Mientras trabajaba en la construcción de su religión, la vida de Levandowski dio un giro inesperado.
En 2017, se vio envuelto en una disputa legal por el presunto robo de secretos comerciales de Google, lo que terminó con una condena de 18 meses de prisión.
Su sueño de liderar una nueva era espiritual basada en la IA quedó en pausa. Sin embargo, la semilla de su idea había sido plantada y otros comenzaron a explorar la intersección entre la religión y la tecnología.
Con el avance de los modelos de lenguaje como los chatbots ‘de Dios’, la visión de Levandowski cobró nueva relevancia.
Estos sistemas de IA, entrenados en textos sagrados, permiten a los usuarios obtener respuestas espirituales instantáneas, sin la necesidad de años de estudio teológico.
Proyectos como Bible.AI, QuranGPT y Gita GPT están llevando a las personas a interactuar con la religión de una manera completamente nueva, donde los algoritmos actúan como intérpretes de la sabiduría milenaria.
El caso más representativo ha sido el de QuranGPT, desarrollado por un joven estudiante de India, Raihan Khan. Su herramienta, lanzada durante el Ramadán, colapsó por la gran cantidad de tráfico en solo unas horas.
Mientras algunos celebraban su capacidad para hacer más accesible el conocimiento religioso, otros advertían sobre los peligros de confiar en una IA que no comprende realmente el significado de los textos que procesa.
Religión sin espiritualidad
Los expertos en teología e inteligencia artificial coinciden en que estos modelos tienen serias limitaciones. La IA no experimenta fe, no comprende la espiritualidad y, en última instancia, no posee la capacidad de interpretar doctrinas religiosas con la profundidad de un erudito humano.
Sin embargo, su velocidad y accesibilidad la convierten en una herramienta valiosa para aquellos que buscan respuestas rápidas.
El desarrollo de estos chatbots también ha tenido aplicaciones en la traducción y análisis de textos religiosos. Por ejemplo, el proyecto Greek Room, de la Universidad del Sur de California, usa IA para traducir la Biblia a lenguas poco documentadas.
Además, investigadores han utilizado modelos de procesamiento del lenguaje natural para analizar diferentes versiones del Sermón de la Montaña, encontrando variaciones en el tono emocional de cada traducción.
El científico Mark Graves sugiere que la IA podría impulsar el pensamiento teológico, generando nuevas interpretaciones de textos sagrados.
En su visión, un chatbot entrenado en las enseñanzas de San Agustín y otro en las de Tomás de Aquino podrían “dialogar” y producir nuevas perspectivas sobre cuestiones milenarias.
¿Un peligro a la fe?
Sin embargo, no todos comparten este optimismo. Thomas Arnold, investigador de Harvard, advierte sobre el riesgo de atribuir cualidades divinas a los chatbots, especialmente cuando pueden generar errores o interpretaciones erróneas.
La profesora Noreen Herzfeld enfatiza que estos modelos pueden alucinar información y hacer que los usuarios crean falsamente que ciertas ideas provienen de fuentes sagradas.
En última instancia, la historia de Levandowski y su sueño de una religión basada en la IA nos deja una importante lección: el ser humano siempre ha buscado trascender su propia existencia y encontrar significado en el cosmos.
Si bien la tecnología puede ser una herramienta poderosa en este proceso, la espiritualidad sigue siendo una experiencia profundamente humana, que no puede reducirse a simples correlaciones algorítmicas.
Los traders, al igual que los visionarios como Levandowski, deben equilibrar la innovación con la prudencia.
Su historia nos enseña que apostar por una idea revolucionaria puede llevar al éxito, pero también al fracaso si no se maneja con cuidado.
La clave está en evaluar riesgos, mantener una mentalidad adaptable y recordar que incluso las estrategias más avanzadas requieren un fundamento sólido en la realidad.
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