Hoy en día, las llaves son uno de los objetos metálicos más comúnmente fabricados en todo el mundo.
Las llaves nos permiten vivir en la civilización moderna que tiene muchas de sus características salvaguardadas y encerradas detrás de miles de millones de cerraduras.
Son fáciles de fabricar, lo suficientemente pequeños como para transportarlos y ofrecen una forma intuitiva, aunque imperfecta, de operar cerraduras producidas en masa que protegen nuestras propiedades físicas, como coches, edificios, puertas, cajas fuertes y más.
La historia de las llaves comenzó en el mismo momento en que aparecieron las primeras cerraduras en la antigua Babilonia y Egipto, hace unos 6 mil años.
Estos sencillos dispositivos de madera utilizaban pequeños alfileres que estaban escondidos en una pequeña abertura cerca del cerrojo.
Utilizando una llave de madera con forma de cepillo de dientes, los egipcios podían levantar esos pequeños alfileres y desbloquear un espacio.
Lamentablemente, este diseño tenía varias desventajas: tanto la cerradura como la llave estaban hechas de madera, un material muy susceptible a ataques externos de fuerza bruta, y la llave en sí era muy voluminosa y pesada.
Los ejemplos más antiguos de estas antiguas cerraduras se encontraron en las ruinas del palacio asirio de Khorasabad, en la ciudad bíblica de Nínive. Esos mecanismos de cerraduras datan del 704 a.C.
La siguiente evolución de las llaves se produjo en la Antigua Roma, cuyos ingenieros e inventores lograron mejorar enormemente los diseños de las cerraduras de madera egipcias.
Utilizando hierro y bronce, los romanos pudieron crear cerraduras mucho más fuertes y más pequeñas, con llaves que lo suficiente livianas como para poder llevarlas consigo.
En lo que respecta a la forma de las teclas, un gran invento cambió su apariencia para siempre.
La introducción de protecciones en las cerraduras dio forma a las llaves a partir de grandes estructuras planas con pasadores en sus extremos, con el aspecto de lo que hoy llamamos “llave esqueleto”: un eje cilíndrico simple que tiene un diente (o punta) único, delgado y rectangular.
Este diseño continuó utilizándose durante 17 siglos después de la caída del Imperio Romano, recibiendo sólo una pequeña actualización en su apariencia ya que durante todo ese tiempo los cerrajeros estaban más centrados en engañar a los ladrones o hacer su trabajo más tedioso que en innovar nuevos mecanismos de salvaguardia.
Incluso hoy en día se pueden encontrar llaves maestras en casas construidas antes de la década de 1940.
Las modernas “llaves planas” fueron presentadas al público por primera vez por Linus Yale, Sr. y Jr., a mediados del siglo XIX.
Gracias al uso de un bloqueo de tambor y una forma más sofisticada de regular los pasadores, estas llaves planas se convierten en un éxito instantáneo en todo el mundo. Eran fáciles de fabricar y, gracias a la invención del tallado de llaves, fáciles de replicar en grandes cantidades.
Hoy en día, la mayoría de las cerraduras del mundo utilizan llaves planas que activan mecanismos inventados en el siglo XIX: cerraduras con protección, cerraduras de palanca y cerraduras de pasador.
Una pequeña cantidad de claves se basa en firmas magnéticas, que se utilizan con mayor frecuencia en edificios públicos
como hoteles), instalaciones gubernamentales, laboratorios científicos y lugares sensibles similares.
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